Presentación
En el mundo compostelano, al final las cuentas siempre cuadran. Cuando existen las premisas y esa unión entre pasión y rigor que son la base de toda buena iniciativa, cuando los tiempos son apropiados, la persona es justa y el ambiente adecuado, los resultados son inevitables. No se han sustraído a esta regla el resurgir de los Caminos de Santiago y la evolución científica de esta materia, ni se sustraerá el sentido y el valor de este libro sobre la Sicilia jacobea. En efecto, todas estas condiciones se dan: un autor serio y apasionado, un ambiente favorable y dispuesto a colaborar, un año santo que funge de entorno a la edición del libro, estudios ya realizados, o en camino, que constituyen las premisas y el trasfondo. Esta publicación se establece en el ámbito de una investigación que en Italia comenzó órganicamente a principios de los años ochenta cuando se fundó el Centro italiano di studi compostellani con el claro objetivo de coordinar y promover estos estudios. Era la época de los primeros convenios (Perugia, 1983, Pistoia, 1984, Viterbo, 1987...), los cuales marcaron en Italia los primeros pasos del recién constituido Centro. A nivel europeo era el período de las declaraciones solemnes, por ejemplo la Declaration de Saint-Jacques del Consejo de Europa en 1987 que declaraba como primer itinerario europeo el conjunto de los Caminos de Santiago. En aquellos años comenzaron a concretizarse muchas iniciativas, desde hacía tiempo en fermentación, que permitieron a la tradición compostelana, aparentemente olvidada, pero bien enraizada en la memoria colectiva, volver impetuosamente a la luz para dar lugar al gran despertar del interés compostelano en un número cada vez mayor de países europeos. Poco se hablaba de Sicilia. Y sin embargo en el primer documento oficial de los itinerarios compostelanos, un tímido camino, apenas aludido, remontaba el sur para confluir en la Francigena y en el gran itinerario dirigido a Occidente. El vínculo existía y también la tradición, siempre viva en Camaro, en Caltagirone, en las devociones populares y en el folclor diseminados en toda la isla desde siempre celosa guardiana. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, a menudo con una aceleración insospechada que nos ha permitido ver masas de peregrinos y, por qué no, de turistas cultos e interesados moviéndose por las calles de Santiago en busca de una identidad y de una tradición que sentían suyas y deseaban conocer. Este libro se establece con pleno derecho en este contexto. Indica un importante paso adelante de los estudios compostelanos en Sicilia, comenzados tiempo atrás, pero local y dispersamente, al menos hasta el convenio de Mesina de 2003 que marcó el primer punto importante de agregación del cual, en cierto sentido, este libro constituye la directa consecuencia. Se trata de un florecer casi repentino. Pocas veces he tenido ocasión de poderme confrontar con una cantidad tan grande de datos, informaciones y realidades como cuando al congreso se llevó el Fercolo de Cammaro en la catedral acompañado por siete hermandades, con sus hábitos y sus gonfalones que exhibían antiguas imágenes de Santiago apóstol. Y la misma sensación la tuve poco después en Caltagirone donde también quedé deslumbrado por la belleza del Arca del santo apóstol y por lo que significaba para la ciudad su culto. Ahora Arlotta recupera en toda Sicilia la presencia del santo y la realza.
Estoy seguro de que esta obra abrirá caminos y producirá óptimos resultados. Ante todo porque es un excelente estudio sobre la Sicilia jacobea, de la que resalta las primeras emergencias. Además porque está presente la memoria de una tierra que ha sabido conservar celosamente las propias tradiciones y que en un momento dado las revela con generosidad. En este sentido es mucho más que una guía. Contiene, sí es verdad, itinerarios, listas de sitios para visitar, pero se advierte que detrás hay un trasfondo muy amplio de estudios y de investigaciones que los justifica y que les da un sentido. Que en Sicilia se está abriendo paso una nueva época se advierte por la Confraternita di san Jacopo di Compostella con sede en Perugia, pero que ya posee una estructura a nivel nacional y que desde hace algunos años concede un número cada vez mayor de credenciales, documento imprescindible para realizar el Camino de Santiago, a los peregrinos sicilianos que van a Compostela, como antaño, a pie, por antiguas vías. En 2003 medio centenar de sicilianos guiados por el padre Zito ha llenado de gloria y alegría la plaza de la catedral de Santiago, pero muchos otros individualmente dan testimonio de la antigua pasión con la mochila al hombro, a lo largo de los setecientos kilómetros que distan de Roncesvalles. Pero se advierte también por el interés que está suscitando en el ambiente universitario, donde María Luisa Tobar desde su cátedra de Mesina ha dado una esencial aportación a la realización bilingüe de este texto y proyecta estudios y actividades académicas. No podía ser de otra manera siendo oriunda de Tardajos (Burgos), en el mismo Camino de Santiago. Se advierte por las iniciativas que Massimo Porta está llevando a cabo en nombre del Centro italiano di studi compostellani en Caltagirone y por el infatigable trabajo del padre Cento que ha logrado obtener la declaración de un "Año santo compostelano", e incluso con Puerta Santa e indulgencias, en Camaro. Se advierte, incluso, por la sensibilidad con la que Administraciones y Organismos públicos han acogido la iniciativa. En consecuencia un libro que se sitúa, con óptimas premisas, en los albores de una nueva época y que va en dos direcciones. Una, obviamente, hacia Santiago, indispensable porque da sentido y unidad a la materia expuesta, y otra hacia la valorización del sorprendente patrimonio jacobeo que se expande y articula en toda Sicilia. Dos dimensiones complementarias que, por otra parte, nos remiten a aquella unidad espiritual y cultural ofrecida por el peregrinaje compostelano que el Consejo de Europa y Juan Pablo II han indicado como primigenia raíz de Europa; y creo que en la época en que vivimos es absolutamente importante volver a hallar y mantener tradiciones, raíces e identidades comunes. Es también por esto que considero una necesidad y un deber agradecer a Giuseppe Arlotta, no sólo por sus estudios de cuya calidad nos hemos percatado desde que lo escuchamos por primera vez, sino por su capacidad de transformar una investigación, destinada hasta hace poco a las revistas especializadas, en materia viva, señal evidente en el territorio, sémen fecundo capaz de activar energías.